EL ORDEN DE LAS VÍCTIMAS SÍ ALTERA A LAS MUJERES

La mujer siempre es víctima" es una frase mala. “La víctima siempre es mujer” es una frase buena. 

Seamos sinceros, se parecen. Entonces, ¿por qué son antagónicas?

La primera la dijo Alberto Ruiz Gallardón, ministro de justicia, para justificar su ley de aborto de 2013. La segunda es la que subyace a la ley de violencia de género de 2004.

Posiblemente Gallardón era plenamente consciente de que la frase buena es buena y por eso coló la mala, para ver si, con el parecido, nadie se daba cuenta. Es lógico, desde su punto de vista, porque el partido de Gallardón votó a favor de la ley que desarrolla la idea de que la víctima siempre es mujer (se aprobó por unanimidad). 

Así que Gallardón pensaría que “la mujer siempre es víctima” es una consecuencia de “la víctima siempre es mujer” y que, por lo tanto, su ley del aborto se sigue de la de violencia de género. Y, además, sabe que la idea buena, de tan buena como es, jamás es atacada por nadie, y en esa verdad de la premisa se refugia con la consecuencia. 

“La víctima siempre es mujer”, frase indiscutida, desdeña los casos en los que, hipotéticamente, una mujer fuera la agresora, dado que, por definición, la “violencia de género” la ejerce la ciudadanía que no es mujer. La mayoría empírica real se convierte en la única realidad jurídica. Y la ciudadanía que no es mujer sólo puede ser lo contrario de víctima: agresor. En este punto es interesante reparar en que “géneros” hay dos, que son excluyentes (eres de uno o eres de otro) y que no son elegidos (por naturaleza). Bueno, pues los de uno sólo pueden ser víctimas y los de otro sólo pueden ser agresores. 

Así que, cuando una pareja llega a una comisaría o a un juzgado, la autoridad sabe en qué dos diferentes lugares va a acabar cada uno. Los papeles no son intercambiables. Ella será víctima o no será. El será agresor o no será. Y para saber lo que es cada uno, además, solo hay que preguntar a uno. Quiero decir a una. Si ella dice: soy víctima, entonces él es culpable. La palabra del otro no vale. Es agresor, por definición.

Si este orden de cosas es así, por unanimidad, pensaría Gallardón, ministro de justicia, por qué no voy yo a justificar lo mío diciendo algo que se le parece tanto: la mujer siempre es víctima. 

Como ante un caso de violencia (“de género”), la mujer sólo puede ser víctima,  Gallardón concluye que la mujer siempre es víctima (y lo aplica a sus decisiones sobre el aborto). 

La consecuencia está mal. Pero, ¿la premisa?


La clave, creo yo, está en el tremendo error de legislar por sexos y no por ciudadanos. Cometida, por unanimidad, esa aberración política, nada más fácil que seguir por esa vía en el campo en el que, sin posibilidad de manipulación conceptual, la realidad sí que es sexual, el de la reproducción.



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