TRASHORRAS
Si yo tuviera que elegir entre ser considerado como un delincuente enfermo mental que, a cambio de un poco de hachís, proporcionó el explosivo con el que fueron asesinadas casi doscientas personas o ser la víctima de una conspiración entre terroristas vascos, servicios secretos extranjeros y el PSOE para dar un golpe de estado, no haría falta que El MUNDO me pagara mucho para sumarme al segundo relato. Una cosa es ser un esquizofrénico y otra ser un gilipollas. Y, a fin de cuentas, esa conspiración es suficientemente esquizofrénica en sí misma.