SUBSAHARIANO
La raíz de nuestra mala conciencia, lo que no nos podemos perdonar, es haberles llamado “subsaharianos”. Quien inventó “subsahariano”, creyó que había dado con la cuadratura del círculo. Al cargar de geografía el concepto le restó racismo y desigualdad: ni negros, ni miserables, sólo “subsaharianos”. No es una cuestión de política, sólo de distancia. Al usar la palabra “subsahariano”, nos complacíamos de que limitara al sur con el desierto del Sahara, que es un desierto tan grande que lo suponíamos disuasorio. Si eran “subsaharianos”, ni era culpa suya, ni era culpa nuestra, ni les íbamos a ver el pelo. Por eso “subsahariano” fue una palabra tranquilizadora. Ahora, cuando la realidad ha reventado sus costuras, descubrimos que la palabra “subsahariano” es ella misma sublingüística y que, aunque es lo suficientemente larga y absurda como para ser políticamente correcta, deja a la intemperie a los negros muertos de hambre que nos quiere ocultar (al usarla, nos queremos). Pero eso no es