FERNANDO ALONSO Y LA JUSTICIA SOCIAL
Los domingos por la mañana, el reponedor de supermercados alimerka se toma los vinos con los colegas viendo la formula 1 en la tele de los bares y mirando por la ventana, de reojo, al seat ibiza tuneado que está pagando a plazos. De coche en coche y tiro porque me toca. Cualquier izquierdista clásico vería aquí un ejemplo de alienación. La industria del automóvil atrapa al pobre empleado por los dos flancos: que idolatre coches (fantásticos), que trabaje para pagar coches (vulgares), y que comprenda la justicia de todo esto. Fernando Alonso, como es asturiano, tiene conciencia de clase y ha introducido en la fórmula 1 modos revolucionarios. Antes y después de cada carrera le muestra al mundo que ese catálogo de tecnología a 18.000 revoluciones no es más que otro escenario del proceso productivo y, además, el curro con peor rollo del mundo. Gracias a Fernando Alonso, el reponedor de supermercados alimerka comprende que para usar unas ruedas que superan su salario anual tendría que aguan