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Mostrando entradas de diciembre, 2006

A LOS PRINCIPIOS

Me contó Raquel que, en el programa de la Ventana de la Cadena Ser, Almudena Grandes decía que no le entraba en la cabeza que alguien pudiera estar en contra de permitir la selección de embriones para traer al mundo a un niño que pudiera salvar a un hermano enfermo. Yo soy de los que no le entran en la cabeza a Almudena Grandes. Supongo que ella más bien pensaría en la Iglesia Católica, que está en contra. Esta vez estoy de acuerdo con la Iglesia Católica: no se debería permitir. Habría que decirle a esos padres que se siente mucho, pero que han puesto su esperanza en un lugar al que no podemos tolerar que lleguen. Si de mi dependiera, ese niño enfermo moriría antes de permitir la manipulación de la vida de otro para salvarle. Así de duro y así de claro. La idea de un niño enfermo terminal es horrible, pero la idea de un niño nacido para algo es mucho peor. La idea de un ser humano como medio para la salud de otro me parece mostruosa. Aunque estuviera garantizado el éxito terapeútico

AUGUSTO

Esta vez Pinochet ha llevado demasiado lejos sus tretas para que la justicia no le pille (para sustraerse a la acción de la justicia, como se dice en expresión acuñada). Creo, incluso, que este truco sea definitivo. Y sé que debería decir "me temo que será definitivo", pero no lo digo porque no lo temo. Es un truco suficientemente bueno para saciar mis expectativas. El afán justiciero de una generación de españoles hacia Pinochet era insaciable. Durante un tiempo bastante largo pareció que el golpe de estado de Pinochet no había sido contra Allende, sino contra nosotros mismos, en plan afrenta personal.Contaré un secreto: el dictador español no era Pinochet, se llamaba Franco. Cuando Pinochet dio su golpe yo tenía nueve años y me faltaban unos meses, exactamente tres, para desarrollar la conciencia política,lo cual ocurrió exactamente el 20 de diciembre de 1973, cuando mi madre me explicó que el que había saltado con su dodge hasta el patio de los jesuitas era el presidente d

CERVANTES DE BARRIO

Desde que no vive nadie en casa de Don Francisco del Río, la única ventana habitada que se ve desde la galería de mi abuela es la de Antonio Gamoneda. Les separan el patio de mi tía Marta y el del Museo Sierra Pambley. También les separa el hecho de que viven en mundos diferentes: mi abuela no está en su mejor momento y Gamoneda es poeta. Antonio Gamoneda fue compañero de mi padre. Trabajó en Banesto. Alguna vez imaginé el momento, audaz, en el que aquel individuo dejaba abandonaba a mi padre y los manguitos seguros del bancario, cuyos billetes –doy fe- eran de riguroso estreno, para seguir emborronando papeles de otro tipo, unos cuyos balances no cuadran. Lo imaginé porque para un leonés, y además de mi familia, abandonar un trabajo seguro es sencillamente impensable. Una vez, de compras por la plaza, Ángel Díez y yo nos lo encontramos. Ángel, que le conoce mucho, estuvo hablando con él. Fue una situación curiosa. Ángel habla bajísimo y Gamoneda es sordo. Era un diálogo difícil que im

POLONIO Y POLONIA

Las chicas del Instituto de la mujer promocionan el desdoblamiento: a un polonio su polonia. Claro que polonio y polonia no son lo mismo. Polonia es con lo que Europa fastidia a Rusia. Polonio es con lo que Rusia fastidia a Europa. Nada que ver. Además, el polonio deja huella. Pones un poco de polonio en la sopa de un espía y puedes seguir el rastro, en avión, hasta Moscú. Polonia, como es femenina, juega al desdoblamiento. Como los mandamases polacos son gemelos, no sabes si el que se caga en Putin es el presidente o el primer ministro. Polonia, ella misma ya está desdoblada. Quizá sea que las palabras femeninas siguen los consejos del instituto de la mujer. Con todo, no son perfectas. Perfecta sería si ese par de gemelos fuera un par de gemelas. En qué estaría yo pensando. Pd. En el fotoblog, ¡una foto sin coste alguno!