GABILONDO TV
Me pasa con Gabilondo, lo que a los habitantes del pueblo de “Amanece que no es poco” con Faulkner: es auténtica devoción. Gabilondo inauguró cuatro con un telediario arriesgado y fallido, que tuvo verdadera novedad, momentos magníficos, otros surrealistas y un desastre final de libro de los records. Gabilondo quiere hacer un telediario con profundidad y con directo, como hacía la radio. El directo, en TV, es mucho más difícil: hay que ponerle cara a la voz y, además, el equipo es novato y descoordina. La profundidad también es más difícil: hay que ponerle pensamiento a la imagen, que despista. Magnífico, por ejemplo, el reportaje parisino y la microentrevista con mi otro Faulkner: José María Ridao. Riesgo, con posibilidad de cara aplastada, la entrevista, en directo, con la ministra de Fomento, que estaba a pie de accidente. La ministra, en primer plano amplio, con el micrófono en la mano, hablando directamente a cámara. La ministra, reportera de Gabilondo. Y el desastre. Como fin