MUERTE Y ABSTRACCIÓN
Los primeros días de enero, unos amigos, corresponsales en la COPE (la madre de ella está enganchada a Federico), me informaron de que en esa excitada emisora el escándalo de esos días consistía en que, después del atentado, el gobierno se negaba a hablar de “muertos” y empleaba la palabra “desaparecidos”. Según se me informó, estas sutilezas semánticas habían sido desatadas por Arcadi Espada, pensador de guardia. La idea de fondo es la siguiente: el desaparecido, como ausente, puede llenarse con cualquier cosa; el muerto ocupa un espacio y su negación es imposible. El desaparecido es una entelequia, el muerto es real. Ante un desaparecido cabe un proceso de fin de la violencia. Ante un muerto, una cosa así es algo más que una falta de educación. La cosa es que los “desaparecidos” aparecieron y se vio que, en efecto, como presuponía Arcadi y en contra de las esperanzas de sus familiares, estaban bien muertos. Con esa denominación circularon los siguientes días: en el atentado de la T4