GENERAL MENA
El penúltimo día del primer trimestre, una cuarta parte de los profesores de mi centro celebramos, en el bar del instituto, un pincheo de navidad. Sobre una mesa alargada, compuesta por varias mesas pequeñas alineadas, se colocó un mantel de papel continuo, salido de un mismo rollo. Por allí desfilaron una gran variedad de fritos congelados (croquetas, empanadillas, alguna gamba a la gabardina) y esas otras cosas más campestres que navideñas: tortilla de patata, empanada, embutido. Un menú que salía por una acidez de estómago y por 8 euros, a escote. Al final, la directora sacó a escena su único regalo, que era también nuestro único regalo, pues somos un centro de izquierdas: una botella de Moët & Chandon que, según contó, no hubo manera de que la empresa de limpieza admitiera que se rechazase (¡!). Una botella de Moët & Chandon entre veinte profesores de secundaria es algo parecido a esos conejos que se lanzan a los campos de fútbol: frágil, fugaz, bonito, descontextualizado.