NATASCHA
Al niño ideal de los otros, ese que aguanta sentado en el restaurante y habla en voz baja con sus padres, al que te cruzas en tres salas distintas del museo y se limita a mostrar su hartazgo mirando al suelo y no al Tiziano, lo imagino belga, aunque austriaco también vale. Ahora bien, ni en mis más oscuras fantasías podría imaginarme un caso de niña tan asombroso como el de Natascha Kampusch. No sólo fue capaz de mantener secuestrado a un electricista, en su propia casa, durante ocho años, sino que aunque este esfuerzo le costó parte de la infancia, toda la pubertad y media adolescencia, consiguió con esa única compañía construirse una personalidad, unos conocimientos, un dominio de las cámaras y un prodigioso parecido con Nicole Kidman. Ni gran hermano, ni la universidad de Navarra, ni la familia Real Inglesa son capaces de transformaciones tan fecundas. La única pega que puede ponerse a tan exitoso sistema pedagógico es que no se puede universalizar, pues haría falta una cantidad