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Mostrando entradas de diciembre 4, 2006

CERVANTES DE BARRIO

Desde que no vive nadie en casa de Don Francisco del Río, la única ventana habitada que se ve desde la galería de mi abuela es la de Antonio Gamoneda. Les separan el patio de mi tía Marta y el del Museo Sierra Pambley. También les separa el hecho de que viven en mundos diferentes: mi abuela no está en su mejor momento y Gamoneda es poeta. Antonio Gamoneda fue compañero de mi padre. Trabajó en Banesto. Alguna vez imaginé el momento, audaz, en el que aquel individuo dejaba abandonaba a mi padre y los manguitos seguros del bancario, cuyos billetes –doy fe- eran de riguroso estreno, para seguir emborronando papeles de otro tipo, unos cuyos balances no cuadran. Lo imaginé porque para un leonés, y además de mi familia, abandonar un trabajo seguro es sencillamente impensable. Una vez, de compras por la plaza, Ángel Díez y yo nos lo encontramos. Ángel, que le conoce mucho, estuvo hablando con él. Fue una situación curiosa. Ángel habla bajísimo y Gamoneda es sordo. Era un diálogo difícil que im