EL PODER DE LA JUSTICIA
El juez Garzón
fue juzgado y condenado a dejar de ser el juez Garzón. Le juzgaron en el
Tribunal Supremo (TS) y le expulsaron en el Consejo General del Poder Judicial
(CGPJ). Así, el juez Garzón pasó a ser Baltasar Garzón, dejó de juzgar a gente
y su escolta pasó a viajar en autobús.
El presidente
del TS y del CGPJ es la misma persona: una a la que siempre se llama Carlos
Dívar, y no el juez Dívar, pese a que es juez y presidente de las cosas más
gordas de los jueces y pese a la cantidad de fotos en las que aparece sentado
en sillones inverosímiles, sillones de justicia, de esos que no están pensados
para la comodidad de quien se sienta en ellos sino para impresionar a quien le
mira: bien porque le tiene enfrente, y se sienta en bancos corridos, en
banquillos, o, mucho mejor, porque le ve en fotos que le hacen y piensa, desde su
casa o en un bar, lo terrible que sería que un día ese señor tan mayor y tan
paliducho, capaz de sentirse natural en un sillón extravagante, le juzgase y le
expulsase de cosas: de su trabajo, de su dinero, de su silla, de su casa… de
todo lo que una persona como Carlos Dívar, sentada en un sillón como ese, tiene
poder de hacer con uno mismo, con uno cualquiera, o con un juez Garzón, con
quienes nos creemos más cómodos qué él, sí, pero por ahora, mientras tanto,
durante un rato, hasta que las cosas se tuerzan, mientras él no diga otra cosa.
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