AGUSTÍN Y LAS EXPLICACIONES
En Roma, compré El Pais y encontré, otra vez, a Agustín Díaz de Mera (y García Consuegra) en portada. Cuando en otra ciudad te encuentras al vecino del tercero, o al excompañero de la EGB, surge por un momento la ilusión de tener algo que decirse. Así me ocurrió a mí al reencontrarme con Agustín, los dos en Roma, aunque él en la portada de El Pais.
¿De qué tendría yo que hablar con Agustín? De los viejos tiempos, cuando el dirigía el colegio Duperier, y de las cosas en las que andamos ahora. Sobre este último aspecto, en el periódico se decía que Agustín dice que sabe cosas que sólo él sabe y no puede decir cómo las sabe. Agustín no puede desenmascarar a sus fuentes y acepta la sanción que el juez le impone.
Pasa con los viejos conocidos, al final no te acuerdas de cómo se llaman ni de qué habían estudiado. Se me había olvidado que Agustín era periodista y que tenía “fuentes” que le informaban de cosas que él no podía revelar. Estaba tan equivocado que creía que Agustín había sido Director General de la Policía y que los policías le tenían que informar de lo que él quisiera y luego él tenía que trasladar sus investigaciones a los jueces. También creía que era del PP y que por lo tanto estaba interesado en que se conociera toda la verdad y me extrañaba, por eso, que luego callara cosas en la Audiencia. Se ve que yo estaba mal informado. Aunque también podía ser que estuviera en lo cierto, en cuyo caso Agustín callaría para no tener que decir mentiras. Más, quiero decir.
Y pensando en los viejos tiempos, recordé una reunión concreta. Me tocaba presentar unas reclamaciones. Después de mi intervención, Agustín dijo:
-A pesar de lo mal que te has explicado, te he entendido.
Son el tipo de intervenciones que se recuerdan. No es fácil conocer gente que, gracias a sus extraordinarias cualidades, te permitan superar tus limitaciones y que tengan, además, la humildad suficiente para reconocérselo a si mismos. Desde aquel día, comprendí que Agustín no era una persona normal sino alguien capaz de comprender lo incomprensible, mientras yo era sólo alguien incapaz de explicarse claramente. Y tengo que reconocer que, del mismo modo que físicamente no ha cambiado nada en estos 25 años, intelectualmente sigue siendo el mismo monstruo que fue.
¿Quién que no tuviera un olfato tan especial para comprender significados podría ir a un juez a decir que no le puede decir quién le informa de que no hay un informe que le dijeron que había habido y en el que se decía lo que no había que decir, pero que, al haberse dicho, dicho quedaba, aunque oculto, para que ahora Agustín, en aras de la verdad, tuviera que callar lo que diría si lo dicho se hubiera trasladado al informe que le han dicho a Agustín que no puede decir que diga, por respeto a quién se lo ha dicho? (que dice que no se lo ha dicho)
-Sé, Agustín, que te has explicado. Soy yo, que no te entiendo.
Eso es lo bonito de reencontarse con los viejos amigos, que notas que seguimos siendo los mismos que, realmente, no ha cambiado nada.
¿De qué tendría yo que hablar con Agustín? De los viejos tiempos, cuando el dirigía el colegio Duperier, y de las cosas en las que andamos ahora. Sobre este último aspecto, en el periódico se decía que Agustín dice que sabe cosas que sólo él sabe y no puede decir cómo las sabe. Agustín no puede desenmascarar a sus fuentes y acepta la sanción que el juez le impone.
Pasa con los viejos conocidos, al final no te acuerdas de cómo se llaman ni de qué habían estudiado. Se me había olvidado que Agustín era periodista y que tenía “fuentes” que le informaban de cosas que él no podía revelar. Estaba tan equivocado que creía que Agustín había sido Director General de la Policía y que los policías le tenían que informar de lo que él quisiera y luego él tenía que trasladar sus investigaciones a los jueces. También creía que era del PP y que por lo tanto estaba interesado en que se conociera toda la verdad y me extrañaba, por eso, que luego callara cosas en la Audiencia. Se ve que yo estaba mal informado. Aunque también podía ser que estuviera en lo cierto, en cuyo caso Agustín callaría para no tener que decir mentiras. Más, quiero decir.
Y pensando en los viejos tiempos, recordé una reunión concreta. Me tocaba presentar unas reclamaciones. Después de mi intervención, Agustín dijo:
-A pesar de lo mal que te has explicado, te he entendido.
Son el tipo de intervenciones que se recuerdan. No es fácil conocer gente que, gracias a sus extraordinarias cualidades, te permitan superar tus limitaciones y que tengan, además, la humildad suficiente para reconocérselo a si mismos. Desde aquel día, comprendí que Agustín no era una persona normal sino alguien capaz de comprender lo incomprensible, mientras yo era sólo alguien incapaz de explicarse claramente. Y tengo que reconocer que, del mismo modo que físicamente no ha cambiado nada en estos 25 años, intelectualmente sigue siendo el mismo monstruo que fue.
¿Quién que no tuviera un olfato tan especial para comprender significados podría ir a un juez a decir que no le puede decir quién le informa de que no hay un informe que le dijeron que había habido y en el que se decía lo que no había que decir, pero que, al haberse dicho, dicho quedaba, aunque oculto, para que ahora Agustín, en aras de la verdad, tuviera que callar lo que diría si lo dicho se hubiera trasladado al informe que le han dicho a Agustín que no puede decir que diga, por respeto a quién se lo ha dicho? (que dice que no se lo ha dicho)
-Sé, Agustín, que te has explicado. Soy yo, que no te entiendo.
Eso es lo bonito de reencontarse con los viejos amigos, que notas que seguimos siendo los mismos que, realmente, no ha cambiado nada.
Comentarios
Amante, como soy, de la más rabiosa actualidad he escrito unos breves comentarios al artículo "Cándido y Morala".
Mientras tanto, atentados en Argelia y suicidas en Casablanca.