COREA DEL NORTE

Cuando me subía a por el globo terráqueo que había sobre el mueble del cuarto de estar de casa de mi abuela, lo hacía con la ilusión de repasar mis países preferidos: Bután (en rojo, sobre el fondo verde de Nepal), la República democrática del Congo (en verde) y los países dobles: Alemania y Corea.

Era un enigma geográfico que los alemanes se hubieran dividido entre oriente y occidente mientras los coreanos habían preferido darse el tajo por la cintura, en plan norte y sur. Luego comprendí que las razones no eran geográficas sino políticas, pero es que a mi la guerra fría tardó mucho en entrarme en la mollera porque yo tenía un cromo de la segunda guerra mundial en el que unos soldados americanos se saludaban con unos rusos y ese cromo, durante mucho tiempo, me nubló la vista, no me dejó ver los acuerdos de Yalta.

La idea de países que eran los mismos y eran otros resultaba flipante. ¿Tanta variación podía introducir el norte al sur como para ser cosas separadas? ¿Tan poca como para conservar el nombre? ¿Qué tipo de diferencia sería esa que daba para una frontera, pero no para un sustantivo? Si hubiera una España Oriental y otra Occidental, ¿con cuál jugaría Amancio? Y yo, ¿de cuál sería? ¿Podría, quizá, haber un yo del Este y un yo del Oeste?

No sé cómo eran las cosas entonces, pero hoy, unidas las alemanias, las coreas no arrojan dudas sobre identidad. Todas las dudas se resuelven mirando las fotos que vienen de Corea del Norte. Un país así no puede ser el reverso de nadie. Es él mismo, propio, personal. Y no sólo por las pintas del líder, que creo que me suena de algún zapping por el programa de Parada. Es sobre todo por el traje de los militares. Los altos mandos han adelgazado dentro de sus ropas. Les hacen dobleces. Y los correajes muestran a la altura de la hebilla el cuero desgastado, la muesca de mayores barrigas. Esos agujeros abandonados, dados de sí, y movidos, con el resto del cinturón, hacia dentro del cuerpo de esos generales coreanos, marcan, para mí, la dirección de un viaje hacia aquel paraiso que era el instante en el que, de puntillas, agarraba por una pata la bola del mundo de mi abuela y los coreanos del norte, por su parte, celebraban mi interés infantil comiendo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¿Pero Corea no estaba en León ?
Ángel ha dicho que…
Había una Corea en León, pero no venía en los mapas de mi abuela. Nosotros éramos del barrio de la Catedral.
Anónimo ha dicho que…
Pues a mí lo que me chocaba más de los mapas de España es que los ríos del Cantábrico fuesen hacia arriba.
heptafon ha dicho que…
La Corea de León estaba no al norte ni al sur, sino abajo. Siempre la veía abajo al subir hacia el hospital, con sus casitas bajas y su iglesia en medio.

Otra cosa que tienen los militares coreanos son unas gorras muy grandes, como si las hubiesen cruzado con paraguas.
heptafon ha dicho que…
Recuerdo que puse un enlace a la página web oficial de Corea del Norte en uno de mis posts de abril. Impresionante. No mi blog sino la página web coreana.
Anónimo ha dicho que…
También hay una tendencia similar en los altos mandos de las empresas europeas. Cada vez están más delgados, porque engullen menos en las comidas de trabajo y, 2 de 4, hacen ciclismo, montañismo, senderismo...Rarísimos.

(Me ha gustado el tono de tu reflexión. Me ha recodardo más mi infancia que CUENTAME).
Anónimo ha dicho que…
Heptafon, me ha parecido muy visual tu descripción de las gorras: "Otra cosa que tienen los militares coreanos son unas gorras muy grandes, como si las hubiesen cruzado con paraguas".
Muy visual, muy acertada y toda una idea para mejorar la pesadez que supone llevar paraguas.