VOSOTRAS DENUNCIAD

La comparación entre ciertas feministas y las monjas sale de ojo. Como supongo que esto no depare muchas dudas, reflejo algunas características de corrido: uniformidad y austeridad en el vestir, desprecio por lo que el propio cuerpo pueda tener de atractivo, convivencia exclusiva con mujeres, visión naturalista de la sexualidad, confianza en un fin trascendente, convicción de hacer un bien a terceras personas.

Estos últimos días se me ha ocurrido otra comparación. Algunas me han recordado a los generales de Senderos de Gloria. Los que, durante la primera guerra mundial, después de haber conducido desastrosamente un ataque contra posiciones fortificadas, echan la culpa a la tropa y abren un consejo de guerra a tres soldados elegidos al azar.

Tras el asesinato, el sábado pasado, en Osuna, de una mujer y su hija (para más inri, embarazada) por el marido de la primera (y padre de la segunda), aparecieron en los medios responsables de las asociaciones feministas y del Ministerio de Asuntos Sociales, mostrando su pesar y explicando, de variadas maneras, qué es lo que está funcionando mal y dando un consejo a las mujeres que estén en la misma situación: vosotras denunciad.

La mujer muerta en Osuna había denunciado. Según la portavoz de la asociación de mujeres juristas Themis ( por cierto,” en griego Θεμις Themis, que significa «ley de la naturaleza» más que «autoridad humana»”, de wikipedia ), se trató de un problema técnico y político. El lado técnico de este caso consistiría en que debería haberse hecho un informe que aconsejara la prisión preventiva del hombre. El aspecto político es que faltan medios. Qué decir. Viendo lo que hizo, no me parece que haya que ser muy jurista para darse cuenta de que hubiera sido mejor que ese hombre no se encontrara donde se encontraba. Lo que no sé es si es muy justo ir metiendo gente en la cárcel por informes técnicos impulsados por grupos de juristas interesados en evitarse explicaciones engorrosas. Porque se supone que las medidas previstas eran otras, pero que no funcionan. Ni la orden de alejamiento, ni la protección, ni la pulsera, ni el teléfono móvil.

Después de lo de Osuna oí a una líder feminista referirse a una cierta pasividad en la población porque el asesino deambuló por el pueblo buscando a sus víctimas y nadie le hizo frente. No era un reproche, dijo. Pero quedó claro que el público no había actuado bien. Luego comentó que algunas de las víctimas admitían de nuevo junto a ellas a los hombres a los que habían denunciado. No era el caso de Osuna, pero quedó claro que las víctimas tampoco actuaban del todo bien.


Antes de una semana, el martes 29, en Almería, otra mujer que había denunciado a su marido fue asesinada por éste. Hubo reacción política. Caldera dijo que el 90% de las víctimas de este año no pidió protección. Eso sólo quiere decir que la inmensa mayoría de la realidad queda fuera de la ley. Aún si tuviera razón, no es esa la pregunta que hay que responder. La pregunta que hay que hacer es si para el pequeño porcentaje que se refugia en la norma las cosas van mejor, si pedir protección salva. La consejera para la Igualdad de la Junta de Andalucía, en una entrevista a EL PAIS lo responde: “es duro e injusto, pero sólo en las casas de acogida se garantiza la seguridad”. Muy honesta. Quiere decir que la mayoría de las propuestas eran humo de pajas y quiere decir que cuando, desde el generalato feminista, se aconseja que se denuncie se está ofreciendo a la tropa la opción de dejar su casa y recluirse en una casa de acogida, porque lo demás no funciona. ¿No debería decirse?

Si la solución es que nuestras tropas se refugien en sus trincheras, ¿cómo calificar a quienes les arengan para que salgan a campo abierto?

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