NATASCHA
Al niño ideal de los otros, ese que aguanta sentado en el restaurante y habla en voz baja con sus padres, al que te cruzas en tres salas distintas del museo y se limita a mostrar su hartazgo mirando al suelo y no al Tiziano, lo imagino belga, aunque austriaco también vale.
Ahora bien, ni en mis más oscuras fantasías podría imaginarme un caso de niña tan asombroso como el de Natascha Kampusch. No sólo fue capaz de mantener secuestrado a un electricista, en su propia casa, durante ocho años, sino que aunque este esfuerzo le costó parte de la infancia, toda la pubertad y media adolescencia, consiguió con esa única compañía construirse una personalidad, unos conocimientos, un dominio de las cámaras y un prodigioso parecido con Nicole Kidman. Ni gran hermano, ni la universidad de Navarra, ni la familia Real Inglesa son capaces de transformaciones tan fecundas.
La única pega que puede ponerse a tan exitoso sistema pedagógico es que no se puede universalizar, pues haría falta una cantidad enorme de electricistas que quisieran dejarse fundir los plomos por tan tiernas criaturas. Ahora bien, si el contraste entre la ya señorita Kampusch y una de nuestras adolescentes, tomada al azar, muestra la cruda imagen del fracaso de nuestro sistema educativo y el despilfarro de espacio de nuestros centros docentes (en lugares mucho más pequeños se consiguen mejores resultados), quien no resiste la comparación es la familia Real Inglesa. Porque, vamos a ver, esta criatura no sólo mantiene la mirada a su entrevistador y habla con propiedad, sino que ¡se mantenía en su puesto por no hacer daño a la madre de su electricista! Qué envidia no habrá sentido la reina Isabel al comparar a esta joya austriaca con aquella pendona de Diana. Parecida, imagino, a la del padre español que no puede entrar con su hijo a un restaurante y, desde luego, ni mucho menos al restaurante de un museo.
Ahora bien, ni en mis más oscuras fantasías podría imaginarme un caso de niña tan asombroso como el de Natascha Kampusch. No sólo fue capaz de mantener secuestrado a un electricista, en su propia casa, durante ocho años, sino que aunque este esfuerzo le costó parte de la infancia, toda la pubertad y media adolescencia, consiguió con esa única compañía construirse una personalidad, unos conocimientos, un dominio de las cámaras y un prodigioso parecido con Nicole Kidman. Ni gran hermano, ni la universidad de Navarra, ni la familia Real Inglesa son capaces de transformaciones tan fecundas.
La única pega que puede ponerse a tan exitoso sistema pedagógico es que no se puede universalizar, pues haría falta una cantidad enorme de electricistas que quisieran dejarse fundir los plomos por tan tiernas criaturas. Ahora bien, si el contraste entre la ya señorita Kampusch y una de nuestras adolescentes, tomada al azar, muestra la cruda imagen del fracaso de nuestro sistema educativo y el despilfarro de espacio de nuestros centros docentes (en lugares mucho más pequeños se consiguen mejores resultados), quien no resiste la comparación es la familia Real Inglesa. Porque, vamos a ver, esta criatura no sólo mantiene la mirada a su entrevistador y habla con propiedad, sino que ¡se mantenía en su puesto por no hacer daño a la madre de su electricista! Qué envidia no habrá sentido la reina Isabel al comparar a esta joya austriaca con aquella pendona de Diana. Parecida, imagino, a la del padre español que no puede entrar con su hijo a un restaurante y, desde luego, ni mucho menos al restaurante de un museo.
Comentarios
El verbo dimitir no existe en el fútbol español. Aquí te tienen que echar.