EL PODER DE LAS PALABRAS (2)
El primer poder de la palabra es callar. El segundo es mandar.
Aznar comprendió hace unos pocos días lo que significa dar órdenes. Fue al Consejo de Estado, se reunió con los otros consejeros y habló. El tema era la reforma de la Constitución. Aznar habló y dijo que no. Luego habló el resto del Consejo de Estado y dijo que sí. Uno, que no; veinticuatro, que sí.
El Consejo de Estado es un órgano bien curioso: todos los que lo forman se llaman de primero excelentísimo señor y en su organigrama figura antes la jefa de protocolo que el primer miembro permanente. Y eso que el primer miembro permanente es Landelino Lavilla Alsina (pronúnciese como lo hacía él mismo, abriendo exagerádamente las “as”, más o menos como lo haría Amancio Prada).
La cosa es que a excelentísimo Landelino y a los otros excelentísimos, las palabras de Aznar no les parecieron órdenes. Y dijeron que tururú. Ahí es cuando Aznar, ante el fallo del juguete, comprendió que mandar es el segundo poder de la palabra y echó de menos esa capacidad tan útil: alinear posturas, doblar voluntades, mover el mundo. El pobre Aznar debió recordar aquel día glosrioso en el que una palabra suya bastaba para que su grupo parlamentario, repleto de abogados del estado y registradores de la propiedad, sanase de individualismo y fuera, al unísono, el coro de su amo:
-¿Iremos a Irak?
- Síííííííí.
Y es que las cosas sólo se entienden del todo cuando se las ve del revés. o como diría Wittgenstein, es su tesis 6.54 del tractatus: “Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas” (la siguiente, 7 y última, es esa tan famosa: “de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse”)
Aznar comprendió hace unos pocos días lo que significa dar órdenes. Fue al Consejo de Estado, se reunió con los otros consejeros y habló. El tema era la reforma de la Constitución. Aznar habló y dijo que no. Luego habló el resto del Consejo de Estado y dijo que sí. Uno, que no; veinticuatro, que sí.
El Consejo de Estado es un órgano bien curioso: todos los que lo forman se llaman de primero excelentísimo señor y en su organigrama figura antes la jefa de protocolo que el primer miembro permanente. Y eso que el primer miembro permanente es Landelino Lavilla Alsina (pronúnciese como lo hacía él mismo, abriendo exagerádamente las “as”, más o menos como lo haría Amancio Prada).
La cosa es que a excelentísimo Landelino y a los otros excelentísimos, las palabras de Aznar no les parecieron órdenes. Y dijeron que tururú. Ahí es cuando Aznar, ante el fallo del juguete, comprendió que mandar es el segundo poder de la palabra y echó de menos esa capacidad tan útil: alinear posturas, doblar voluntades, mover el mundo. El pobre Aznar debió recordar aquel día glosrioso en el que una palabra suya bastaba para que su grupo parlamentario, repleto de abogados del estado y registradores de la propiedad, sanase de individualismo y fuera, al unísono, el coro de su amo:
-¿Iremos a Irak?
- Síííííííí.
Y es que las cosas sólo se entienden del todo cuando se las ve del revés. o como diría Wittgenstein, es su tesis 6.54 del tractatus: “Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas” (la siguiente, 7 y última, es esa tan famosa: “de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse”)
Comentarios
(Punto aparte claro, Landelino Lavilla Alsina con sus discursos sobre "aquellos que imputando veleidades, descubren su verdadera vocación en sectores tan alejados al nuestro como..."
Por cierto ¿Qué ha sido de Cassano?
68- Si hacemos caso a la proposición última del Tractatus, éstos nuestros Blogs se sumirían en el vacío. ( ¿Más Blogs?)
69- Parole, parole, parole...
2.-Cassano es el segundo mangui que hemos fichado este año, le calienta el banquillo a Ronaldo, por ahora. (un predelincuente, en la tradición madridista de tener, en lo posible, a un cabronazo en la delantera: Juanito, Hugo Sánchez)
3.- El loden de Wittgenstein era más razonable que el de Aznar. Era austriaco.
4.- Lo siento, romerales, el tercer poder de la palabra no es matar. Matar puede pero no es un poder, sino un uso.
5.-Don't, que a estos blogs se los llevará el viento, ni lo dudes.
6.- Sííiíííííí, es bonita la sucesión de ies, com velas en una fiesta.
Después de decir esas famosas palabras fue cuando se dedicó a dar clase a críos.