LA CAUSA DEL ACCIDENTE



El día que Raquel y yo tuvimos la elegancia, que algunos confundirán con la suerte, de salir indemnes de nuestro primer accidente juntos (ella ya había tenido el suyo con dos compañeros de trabajo, pero yo preferí no hacer preguntas y actuar como si aquello no hubiera pasado), los amables ciudadanos que acudieron en nuestro auxilio y que nos ayudaron a salir del coche en el que nos encontrábamos, sorprendidos y felices, pero boca abajo, nos dijeron que habían visto una de nuestras ruedas (la de la foto) corriendo libre de la atadura al coche, que iba detrás.

Cuando llegó la guardia civil, se deshizo la pareja (la suya) y nosotros estuvimos hablando con uno de los agentes, mientras el otro iba a su bola. Nuestro contertulio fue siguiendo con nosotros el rastro de la rueda independentista y quedó convencido de aquella extraña historia. Lo curioso es que el informe lo hacía el otro, que nos entregó un papel muy formal en el que se podía leer que la causa del accidente era el exceso de velocidad. ¿La había? No digo yo que no. ¿Provoca el exceso de velocidad las ansías independentistas de las ruedas? ¿Deja el mismo rastro la frenada de tres ruedas que la de cuatro? En plena resurrección no le di demasiada importancia al formalismo. Sobre todo porque no había más víctima que nuestro propio coche y, quizá, el dueño del taller que me miraba las ruedas con un interés que yo había creído sincero.



Ayer hubo dos accidentes de autobús, con siete muertos. Exceso de velocidad y conducción temeraria en el caso del accidente de Alicante. Puede ser. (Raquel, por ejemplo, ha dejado el autobús y se ha pasado al tren porque no se fiaba del chofer que la llevaba a Oviedo). En el caso del de Asturias, ayer la Cadena Ser lo achacaba también al exceso de velocidad, pero hoy la prensa regional, más sensible, quizá, a los intereses de la poderosa empresa propietaria habla de la nieve, de un adelantamiento, del temporal. Puede ser.

En cualquier caso, el problema es, me parece a mí, el de la búsqueda de la causa. Como si la hubiera y fuera solo una y la pudiéramos encontrar inmediatamente. Como si lo que no pudiera existir fuera precisamente, lo que la misma palabra dice, el accidente. La “causa del accidente”, como “el pensamiento navarro”, es una expresión contradictoria a la que nos sumamos con más necesidad que sentido para echarnos fuera el miedo a que al final no fuera cuestión de elegancia, sino de suerte. De buena suerte. De mala suerte.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
La medicina históricamente también se ha visto en la necesidad, de buscar la causa única para la enfermedad. Al poco tiempo se descubrió que no había una causa única y se empezó (lo recordarás) a hablar de causas "necesarias, suficientes, coadyuvantes y desencadenantes". Actualmente se sigue la Teoría General de Sistemas, en la que la enfermedad es consecuencia de unos desajustes biopsicosociales, en diferentes proporciones según la enfermedad que se trate. Pese a ello los médicos y los del tricornio son instados a buscar una causa y un diagnóstico tranquilizadores para cada problema. La casilla no permite rellenar varias causas coadyuvantes: "se le salió la rueda, iba deprisa y había hielo". Tanto los de verde, como los de blaco trabajan para facilitar la codificación a los del ordenador.
Al ver el pobre coche así, enseñando sus vergúenzas, da un poco de ternura (espero que tu padre no viese la foto). De todas formas, la matrícula alrevés nos muestra su secreto carácter rebelde, con la "O" al inicio. Todos los leoneses sabemos desde niños, que los coches de la "O" eran más rápidos y algunos rozaban lo antisocial.
Anónimo ha dicho que…
Llegué a Oviedo en el año 87 y no tuve coche hasta el 94. Eso da para muchos viajes en ALSA. Hay algunos que no se me olvidarán.

De camino a León, el conductor iba hablando con otro compañero. El código de la circulación está mal, dijo uno, y el otro asentía. Sí, está mal, porque en la subida de Serín, en la autopista de Gijón a Oviedo, hay una señal que no permite adelantar a los autobuses y nosotros adelantamos. El otro dijo que ahí sí se podía adelantar, porque en la señal aparecía dibujado un camión adelantando, no un autobús.

O sea, que uno no hacía caso a la señal a sabiendas, y el otro desconocía su significado.

También estaba mal el código por otra razón: en los ramales de incorporación a una autopista, el que se incorpora encuentra un "ceda el paso", pero estos conductores decían que ellos no cedían el paso porque eso les suponía frenar su marcha. En esto estaban los dos de acuerdo: era una insensatez ceder el paso.

Al llegar a Mieres el conductor se quedó sin su tertuliano. Yo no tuve cojones de bajarme también.
Anónimo ha dicho que…
Leí la versión del accidente del Huerna primero en La Nueva España (LNE) y después en El País. Donde me parece que queda peor la empresa Alsa es en la versión de LNE: la empresa insinúa que el conductor trató de esquivar a un coche que derrapó delante del autobús; pero en la misma página se habla de un coche detenido minutos antes y en el mismo lugar y cuyo condcutor presenció todo el accidente.

A una velocidad de 60 km por hora, en al menos un minuto se recorre un kilómetro (y a más velocidad, más kilómetros). En el Huerna, con tanta curva, no se ve lo que sucede un kilómetro más adelante, así que malamente pudo el conductor del autobús presenciar el derrapaje de ese coche.
Anónimo ha dicho que…
He leído esta semana que el nosécuántos por ciento de los españoles no confía en la Justicia.

El viernes se celebró en el colegio de Marta el día de la Paz. Por la tarde nos dijo que había aprendido un canción nueva, aunque la letra era muy difícil:
"Noooo a la justiciaaa, no a la discriminaaación", luego seguía con algo sobre el egoísmo y la solidaridad y terminaba con "sí al respeto y con pensión".
Ana y yo nos miramos preocupados: no pensábamos que este colegio fuese tan radikal.

Vuelve la canción protesta.
Ángel ha dicho que…
Vuestra intervenciones son bastante entrópicas. La comparación beneméritos-biosanitarios, la genial conversación de los conductores y el modo en el que Marta interioriza los valores de nuestro tiempo, nos muestra la profundidad insondable del abismo semántico que nos separa irremisiblemente.

Menos mal que algunos nos explicamos con claridad.
Anónimo ha dicho que…
La realidad es entrópica. Un coche dado la vuelta, es un amasijo de tripas metálicas que no creíamos haber comprado.
Cuando ocurre una desgracia la sociedad nos pide respuestas, pero esas respuestas deben caber en unas casillas codificadoras: al llegar al accidente mortal, el benemérito resuelve su crucigrama:"coche patas arriba, sin una rueda, nueve letras...VELOCIDAD" y el médico:"diagnóstico:CONTUSIÓN".