REAL MADRID - BARCELONA
Ventura contaba no hace mucho que, en esa nueva vida que lleva ahora, ha conocido a un tipo que está forrao, tiene un coche “con luces en el suelo”, pero con el que no acaba de entenderse: “ni habla de fútbol”. Aunque lo anterior deja claro que Ventura no sabe de coches (posiblemente el segundo idioma de los varones españoles), es cierto que no hablar de fútbol es más grave: roza con la mudez. Gente así, para creer que están en el mundo, tienen que conformarse con sucedáneos vitales como el dinero o la filosofía (excluyentes, por supuesto: o lo uno o lo otro).
La afición al fútbol está instalada más abajo del hipotálamo, en algún lugar entre la amígdala y el hipocampo, y supone una corriente tan profunda que es imposible de controlar, sólo puede encauzarse mediante escudos y camisetas. Otras locuras se dominan con camisas de fuerza, en el fútbol las camisas son voluntarias. O casi. Porque, por ejemplo, a mi me gusta más la camiseta del Barcelona, el juego del Barcelona, los futbolistas del Barcelona (parecen personas), el entrenador del Barcelona y hasta el delantero centro del Barcelona, pero soy del Madrid. La camiseta me la puse yo. Y no me la puedo quitar.
El partido de ayer pasará a la historia. No a la historia semanal de los comentaristas deportivos. Hablo de la de verdad. Sucede sólo cada muchos años que, en el mundo del fútbol, esto es, más abajo del hipotálamo colectivo, ocurra algo evidente. Cada diez, cada veinte. En momentos así, como ayer, la afición del Madrid aplaude al Barcelona. Son anuncios de cosas nuevas. Pasó en el 1973, pasó en el 82. Y ayer.
En comparación con esto, las encuestas del CIS son trabajos escolares.
La afición al fútbol está instalada más abajo del hipotálamo, en algún lugar entre la amígdala y el hipocampo, y supone una corriente tan profunda que es imposible de controlar, sólo puede encauzarse mediante escudos y camisetas. Otras locuras se dominan con camisas de fuerza, en el fútbol las camisas son voluntarias. O casi. Porque, por ejemplo, a mi me gusta más la camiseta del Barcelona, el juego del Barcelona, los futbolistas del Barcelona (parecen personas), el entrenador del Barcelona y hasta el delantero centro del Barcelona, pero soy del Madrid. La camiseta me la puse yo. Y no me la puedo quitar.
El partido de ayer pasará a la historia. No a la historia semanal de los comentaristas deportivos. Hablo de la de verdad. Sucede sólo cada muchos años que, en el mundo del fútbol, esto es, más abajo del hipotálamo colectivo, ocurra algo evidente. Cada diez, cada veinte. En momentos así, como ayer, la afición del Madrid aplaude al Barcelona. Son anuncios de cosas nuevas. Pasó en el 1973, pasó en el 82. Y ayer.
En comparación con esto, las encuestas del CIS son trabajos escolares.
Comentarios
Por cierto, lo del hipocampo no creo que lo recuerdes del año 82 (año del mundial de España), parece más bien extraído de Juanjo Millás o Manuel Vicent ¿no? Yo lo de la amígdala no lo recuerdo.