DOS HIPoTESIS FANTASIOSAS


Traslado dos fantasiosas soluciones tácticas. Una a corto plazo y otra a medio.
1.- Solución fantasiosa plazo corto. Es una idea de Lluis Foix en la Vanguardia. Zapatero y el PSC salvan el pescuezo girando al centro ideológico y nacional. Adiós a Maragall y, de paso, adiós a ERC. Gobierno Mas en Cataluña con consejeros del PSC. Cambio de apoyos en Madrid, de ERC a CiU.
2.- Solución fantasiosa plazo medio. Es una idea mía, al enterarme de que Bono se había reunido con Francisco Vázquez, Alberto Ruiz Gallardón y Rosa Aguilar para firmar un convenio por el cual los ayuntamientos que éstos presiden reservarán plazas de policías locales a los exmilitares. ¡Bono, Vázquez, Ruiz Gallardón y Aguilar juntos!
¡Un partido bisagra español!
El PP a la derecha, el PSOE a la izquierda y en medio, estos verdaderos especialistas en mayorías duraderas a base de contentar a los del otro bando, todos inequívocamente antinacionalistas, dando y quitando mayorías con... ¿cuántos? Con 12 diputados sería suficiente, para empezar.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
"Usted señor Mas tiene un problema llamado 3%".
La patria es un negocio.
Anónimo ha dicho que…
¿quien escribió ésto?

TRIBUNA
La nación catalana
EL PAÍS - Opinión - 13-07-1978

Con pavorosa e insistente regularidad cae sobre la meseta, al menos una vez por semana, el bombardeo pluvioso, rígido, deslumbrador y convincente de algún estudioso o aficionado catalán que nos demuestra cualquier valiosa peculiaridad de su nación. Este periódico es, quizá, el carretón más propicio y generoso en desasnar a los castellanos viejos, tan ignorantes de la historia de las razones periféricas, incluso de sus propios e intransferibles negocios, como para que precisen clases intensivas del mismo monocorde asunto.

La cantaleta de moda es la demostración, desde todos los ángulos del saber, de la ciencia, de la propaganda, de que Cataluña es una nación. Al parecer, en la Constitución, sus representantes, que lo consiguen todo aún más de lo que piden, como si fueran absoluta mayoría, únicamente han logrado ensartar el término nacionalidad, pero ya nos van explicando que el espúreo vocablo es tan sólo una máscara del núcleo vital que nos endilgan: nación.

El último panegírico pangelingua que me ofrecen en las páginas nobles de este diario viene firmado por don Maurici Serrahima, que tiene el encargo de senador, según creo, aunque el tal no deba de hacerle muy feliz. Efectivamente, en una ocasión, hace años, declaró que sólo moriría tranquilo en el puesto de aduanero de Ariza, entendiendo que la nación catalana llegase hasta esa ciudad castellano-aragonesa que él se encargaría allí de expedir mercancía para la calamitosa colonia castellana de impedir que cruzase hacia allá un solo grito en este idioma menesteroso y ridículo en el cual él y yo nos expresamos.

A mí, personalmente, y sé que a la mayoría de los de mi tribu, no nos inquieta o confunde que Cataluña sea nación. Estamos convencidos de ello, y tan sólo nos fatiga oirlo y leerlo tantas veces como párvulos a quienes se repite hasta el agobio las respuestas del padre Astete. Lo que yo no sé es por qué razón se nos dice tantas veces lo mismo y qué se busca con ello. Serrahima echa mano como argumento último de un famoso folleto que le regaló un amigo y que se imprimió en el siglo XVIII. El argumento es contundente y descalabrante. Por lo demás, cualquiera puede demostrar que un día fue concubina del déspota de El Cairo, a poco que sepa llevar las aguas de la historia a su molino.

Agrio y cansado también escribía Unamuno a Cambó que los de la meseta deberíamos comprar a los catalanes por lo que valen y revenderlos por lo que dicen que valen. Con esta historia de la nación estoy seguro de que nos quieren vender algo. Porque es evidente, para empezar, que también Castilla es una nación, y desde luego León, y Asturias, aunque los señores constituyentes lo ignoren. ¿No tiene Castilla su historia propia, su cultura propia, su lengua propia? ¿No son esos también hechos diferenciales? Incluso en la Constitución se menciona la lengua castellana y algunos deben de saber que en esa lengua se han expresado Cervantes, fray Luis, Machado y García Márquez… Me siento ridículo en el brete de tener que demostrar que Castilla es una nación, no una región (es decir, y en términos mercantiles, una colonia), así que no voy a ha hacerlo.

En consecuencia, cuando tan tos próceres catalanes -y. desde luego, vascos- me están insistiendo en el asunto, sus motivos tendrán. Tal vez sea un paso más hacia la definitiva independencia. Primero quieren llegar a Ariza, luego catalanizar (o vardulizar) a todos los emigrantes, después supongo tirar las lindes. Como los vascos quieren establecerse en Navarra, Rioja y Santander, enriquecerse a base de esos misteriosos e injustos conciertos económicos que tanto han empobrecido a Castilla, reinstaurar viejos fueros con la expresa prohibición de que nosotros no resucitemos los nuestros, ni siquiera los más democráticos (nos bastaría el de la ciudad de Sepúlveda: «Aquí nadie es más que nadie.»), lograr la autonomía fiscal para cobrar del Estado y no pagar a quienes lo representan (lo cual implica ya una real independencia), llevar de la meseta todas las materias primas posibles alimentos, minerales, electricidad y luego establecer los fielatos. Sólo que tal vez no han advertido un sentimiento que ronda vigoroso por las parameras y los cerros de esta colonia despreciada.

A muchos castellanos no les importaría una higa que consiguieran de verdad su plena y absoluta independencia. Más aún, tengo algún conocimiento que pide no ya la concesión de tal independencia respecto de Castilla, sino una expulsión de los antiguos reinos antes de que, al independizarse ellos mismos, se hayan quedado con la mayoría de nuestras riquezas. Pues que tantos y tan gloriosos reinos no pueden vivir en armonía, que cada cual se las arregle como pueda y ¡viva doña Juana la Beltraneja! Porque la armonía que nos están pautando los políticos consensuales más bien parece un pentagrama de dinamita en el trasero de los oprimidos de siempre.

Teniendo en cuenta este sentimiento (y por si alguien no, lo expreso con bastante claridad) lograríamos al fin una armonía supranacional y ahorraríamos los de la meseta los últimos capítulos del general expolio a que nos vemos sometidos. Ahorraríamos también que todas las semanas se asomara a nuestra ventana el pregonero para cantarnos con la ayuda de los amplificadores madrileños debidamente ciegos que ellos son nación y nosotros región, que son listos, grandes, ricos y de izquierda, y nosotros pequeños, pobres, fascistas y bobos. Y ellos ganarían su independencia, pero nosotros ganaríamos, la nuestra. Y también nuestra paz.


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heptafon ha dicho que…
Pues no consta en la edición de internet, pero está claro que hay modas que no acaban nunca, hay negocios qeu siguen siendo muy rentables.
Anónimo ha dicho que…
Ahora que todo el mundo ha expresado abiertamente, incluso vociferando, sus preferencias acerca del proyecto de Estatuto de Cataluña, cabe examinar las interacciones posibles para producir un resultado colectivo. Tras las largas negociaciones entre los partidos en el Parlamento de Cataluña, los actores decisivos son ahora residentes en Madrid: los grupos dirigentes del PSOE y del PP. Lo demás, es decir, las reacciones de los partidos catalanes a las diversas decisiones que éstos pueden tomar, ya han sido anunciadas con bastante claridad.

Para una gran parte del PSOE, lo ideal sería pactar con el PP. Cierto es que Rodríguez-Zapatero (ZP) facilitó el amplio acuerdo final con los nacionalistas en el Parlamento catalán, pero eso fue para evitar una crisis inmediata que podría haber comportado la caída de su propio Gobierno. No hizo más que posponer la cuestión. Como se dice en catalán: 'quien día pasa, año empuja'. Ahora, en cambio, destacados dirigentes socialistas, incluso en Cataluña, han pedido abiertamente al PP que vote sus enmiendas al proyecto de Estatuto en las Cortes Generales. El modelo de referencia es más bien el Estatuto valenciano, pactado por el PP y el PSOE. Aunque al final Cataluña y la Comunidad Valenciana no obtuvieran, por supuesto, estatutos idénticos, el resultado de un acuerdo como éste confirmaría la simetría dentro del Estado de las autonomías, sin grave menoscabo de los poderes del Gobierno central.

Parece bastante claro que los demás partidos catalanes, CiU, ERC e ICV, se opondrían a una revisión profunda del proyecto aprobado previamente en Cataluña, podrían intentar retirarlo de las Cortes y, en caso de que esto no fuera viable, propugnar el voto negativo en el ulterior referéndum popular. Pero si, a través de un proceso ciertamente intrincado, llegase a aprobarse un Estatuto apoyado por el PSOE y el PP, el ganador principal sería el PSOE, que aumentaría su cohesión en torno a ZP, aparecería como un partido fiable y podría obtener amplios apoyos en una gran parte de España. Precisamente por ello, es difícil que el PP apruebe las enmiendas del PSOE, por más que coincida en el deseo de impedir que la Generalitat de Cataluña asuma más poderes. Otra cosa es la operación conjunta en Valencia, donde el PP preside la comunidad y puede reforzar así sus apoyos. Pero la extraordinaria agitación y demagogia de una gran parte de los medios de comunicación residentes en Madrid, así como el tremendismo del propio Aznar, están directamente orientados a este objetivo: evitar que el PP pacte con el PSOE una nueva versión, ni aunque sea a la valenciana, del Estatuto catalán.

A falta del apoyo del PP, el PSOE podría, pues, verse obligado a aceptar el proyecto aprobado por el Parlamento de Cataluña en los aspectos fundamentales (competencias y financiación). El resultado sería un autonomismo asimétrico, más cercano a lo que se suele entender como Estado multinacional. De hecho, con el nuevo Estatuto, la Generalitat de Cataluña aún tendría bastantes menos poderes que los Estados de Estados Unidos, Flandes en Bélgica, los territorios de Alemania o los cantones de Suiza. Pero, en comparación con la situación actual, el Gobierno central perdería un control sustancial sobre la población, el territorio y los recursos catalanes. En esta hipótesis, el ganador principal sería Pasqual Maragall, que se convertiría en un líder muy ampliamente apoyado en Cataluña. Pero en una gran parte del resto de España es posible que la hostilidad del PP le reportara nuevos apoyos populares. El PSOE sería acusado de venderse a los nacionalistas catalanes, podría experimentar alguna crisis interna y perder apoyo electoral.

Las presiones internas de diversos líderes territoriales socialistas y la amenaza del PP de erigirse en el único defensor de España podrían, pues, impedir que el PSOE apoye el proyecto de Estatuto catalán. En esta tercera hipótesis, el PSOE quedaría en medio del bocadillo formado por los catalanistas y el PP, sin una mayoría parlamentaria definida. El resultado sería que no habría, por ahora, reforma estatutaria. Los principales ganadores serían CiU y ERC, que convertirían el proyecto aprobado por casi el 90 por ciento del Parlamento de Cataluña en su programa permanente de reivindicación. El PP, por su parte, también podría ganar apoyos como partido fiable que ya advirtió desde el principio que esto iba a ser un lío sin salida. La principal víctima sería Maragall y probablemente el PSC podría sufrir una crisis interna significativa.

Pese a todo, los dirigentes del PSOE podrían decantarse por esta última opción, el abandono del Estatuto catalán. Ciertamente tendrían que hacer malabarismos para obtener apoyos parlamentarios suficientes al Gobierno de ZP. Muy probablemente, habría elecciones anticipadas en Cataluña, a las que CiU y los demás partidos catalanistas, con la bandera del proyecto de Estatuto, concurrirían con ventaja. Pero el Gobierno central mantendría los poderes que ahora ejerce en Cataluña. Aplazaría la cuestión catalana durante algunos años más. Y si el PSOE cambiara de tema y manejara bien el calendario, aún podría volver a ganar las elecciones generales en el conjunto de España, incluso con un resultado no muy malo en el territorio catalán.

En resumen, si el PP se mantiene en el boicot al Estatuto, el PSOE podría sentirse tentado a hacer algo similar. El proceso parlamentario ahora iniciado puede demorarse, pero es probable que antes de seis meses ya se haya decantado visiblemente el resultado final.

Josep M. Colomer es profesor de Investigación en Ciencia Política del CSIC y de la Universidad Pompeu Fabra.

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Anónimo ha dicho que…
Sabeis que vivo recluido en un piso de gómitos, deposiciones, gritos y susurros y aunque yo me lo he buscado, el trance no es menos doloroso. Mi cuñado, alias Hipólito "Poli" Polaino,ha salido de casa y he parasitado su ADSL para presentarme en blogciedad con un artículo que no es mío (mucho más cómodo)pero clarifica las posibilidades del inmediato futuro político. Si no sabes quién soy es que no compartes mi triste sino.