JUECES Y JUSTICIA

Ahora, cuando nadie se atreve a darle dos voces en público al niño que no hace caso, un adulto puede obligar a otro adulto a escuchar, de pie y formal. Puede hacerlo, con la ayuda de la policía, que para garantizar que todo sea adecuado y como debe ser (y se escuche a quien se tiene que escuchar como debe ser escuchado) podrá, impunemente, arrastrar al adulto por los brazos y sostenerlo de pie con la cara contra un cristal blindado.

El adulto que puede imponer esa violencia a otro adulto para que le escuche como hay que escuchar, aunque el otro adulto no quiera, es este señor, que, la verdad, no parece muy fuerte, pero al que respalda el inmenso poder de la administración de justicia, una administración bien tiquismiquis sobre cómo debe escucharse.




Lo que uno espera de un poder que es tan exigente con quien oye, es que sea bien rigurosa con cómo habla. Entonces, ¿qué tal que los jueces insulten a los justiciables?

La juez que insulta a quienes tiene que juzgar es esta señora de aquí abajo, vestida con los mismos ropajes de inmenso poder que el señor de arriba.



Admitido, por ahora, que el señor de arriba pueda hacer lo que hizo para que se le escuche, ¿qué corresponde hacer con la señora de abajo que llama cabrones a quienes tiene la obligación de juzgar con equidad?

¿Puede haber algo peor que un juez que insulte a un reo?

Un juez es una persona que a la que se le examina del contenido de las leyes porque la actitud ante la justicia se le supone, pero cuando manifiesta y repetidamente (en el caso de la juez Ángela Murillo) no la tiene, ¿no es un peligro público de primer orden que se mantenga en la carrera judicial?

Nadie lo ha visto así: Ángels Barceló, cuando contó que la juez había llamado cabrones a los inculpados, lo disculpó por las circunstancias del juicio. EP, cuando cuenta cómo debió repetirse la vista una vez que la juez abandonó el caso, acaba el relato con el abrazo de la víctima y la juez, como si el acuerdo de las víctimas disculpara la injusticia de un juez que toma partido.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pero ella no les dijo nada a ellos, a los cabrones. Su delito fue dejarse el microfonillo abierto, algo de moda, que acabarán incluyendo en el próximo código penal.
Como ahora todo queda registrado, ya no se pueden decir chorradas, en especial en twitter, Facebook y otros tuentys, que se van a convertir en sitios serios y contenidos. Por eso no me meto. Buenos, por eso y porque seguro que es muy difícil informáticamente hablando.
Pipurrax
Anónimo ha dicho que…
Es increíble tu perseverancia. Prometiste que ibas a empezar a escribir y lo has hecho.
Pipurrax
Ángel ha dicho que…
es verdad todo lo que dices, y sobre todo lo de la perseverancia
heptafon ha dicho que…
Haz Google antes de twitter, el equivalente en internet de piensa antes de hablar.
Marcos ha dicho que…
Desde luego la señora jueza no es una mujer prudente. Durante un juicio debía intentar permanecer lo más profesional y circunspecta posible incluso mientras habla con sus compañeros. Sin embargo creo que no termina de parecerme grave el asunto debido a que de algún modo se ha hecho público algo que debió permanecer escondido.
Me apunto a la línea de Pipurrax. Si lo que se dice en privado sale a luz y se hace público (en este caso por su propia torpeza con el micrófono) se produce una cosa rarísima. Tomamos como público (porque se ha hecho público, es cierto) algo que era privado.
Pero que ella insulte a los acusado en su fuero interno (ya entiendo que ha ido más lejos) no podemos tomarlo como que los insulta a ellos directamente y a la cara. Quiero decir que ese mismo insulto podemos suponerlo o cosas peores en otros muchos jueces sin que nos hagan falta muchos micrófonos abierto, y aunque durante el juicio guarden mucho mejor las formas que la imprudente jueza.
Ese salir a la luz lo “privado”, que ahora es tan común, a través de la grabación oculta produce un mundo raro que no sabemos bien como juzgar. O al menos yo no sé como juzgarlo.
Yo no creo que hubiera que juzgar a los profesores (también jueces de los conocimientos de sus alumnos) por lo que hablen entre ellos de los alumnos en privado. Creo que alguien puede decir en privado insultos muy graves contra algún alumno (porque esté harto de él) y al mismo tiempo ponerle una nota justa. Y al contrario, alguien puede guardar unas formas exquisitas con los compañeros y luego ser injusto a sabiendas. Creo que son cosas diferentes y creo que no van ligadas. Gracias a Dios no hay micrófonos abiertos en algunas charlas entre profesores.
…………….
En ese sentido nada más raro que la charla entre Gabilondo y Zapatero con los micrófonos abiertos/cerrados.
El periodista (que nos tiene que explicar cómo es la realidad) le aconseja al político que finja tensión. De algún modo le aconseja que “mienta”, él, el periodista, el que debe contarnos la verdad de las cosas.
Por un lado es escandaloso, como lo de la jueza y su sentido de la justicia, pero por otro lado es muy natural, porque es como si (gracias a los micros indiscretos) hubiéramos de repente entrado en su cabeza sin su permiso. ¿Es que acaso no sabíamos que eran parciales? ¿Es que no sabíamos ya lo que pensaban aunque no pudiéramos oírles por el micrófono traicionero?
Quizá yo equiparo aquí injustamente pensar y decir. Después de tantas vueltas llego a lo que ya sabía: que el problema está en que el decir privado se convierte en decir público.
Si alguien escribiera algo tan largo en mi blog no lo leería. :)