REYES MAGOS

Los reyes magos me han traído un regalo: guerra y paz, de Lev Tolstoi. Guerra y paz me ha traído un regalo, la nota del autor que dice así:

"Hasta ahora he escrito solamente sobre príncipes, condes, ministros, senadores y sus hijos y me temo que en lo sucesivo no va a haber otros personajes en mis historias.

Puede ser que esto no esté bien y que no guste al público; puede ser que para ellos sean más interesantes e instructivas las historias de campesinos, comerciantes y seminaristas, pero mi deseo no es absoluto tener muchos lectores a cualquier precio, y no puedo satisfacerles por muchas razones.

La primera porque los recuerdos históricos de aquella época sobre los que yo escribo solo permanecen en la correspondencia y los escritos de la gente de clase alta alfabetizad; incluso hasta los relatos interesantes e inteligentes que he podido escuchar, solo los he oído a la gente de esta clase.

La segunda porque la vida de los comerciantes, de los cocheros, de los seminaristas, de los presidiarios y de los campesinos me resulta monótona, aburrida, y todas las acciones de esas gentes se me antojan resultado en gran medida de los mismos resortes: la envidia hacia las castas más afortunadas, la avaricia, y las pasiones materiales. Y si todas las acciones de esta gente se originan por estos resortes, entonces sus acciones quedan tan dominadas por estos impulsos, que resulta difícil entenderlas, y, por lo tanto, describirlas.

La tercera porque la vida de estas gentes (de clase baja) llevan consigo en menos medida la huella del tiempo.

La cuarta porque la vida de estas gentes no es hermosa.

La quinta porque nunca podré comprender qué es lo que piensa el centinela en la garita, qué piensa y qué siente el tendero pregonando que compren tirantes y corbatas, qué es lo que piensa el seminarista cuando por centésima vez le llevan a azotar, etcétera, etcétera. No puedo entender esto, igual que no puedo comprender qué es lo que piensa una vaca cuando la ordeñan y qué piensa un caballo cuando acarrea un tonel.

La sexta porque en resumen (y esta, lo sé, es la mejor causa) yo mismo pertenezco a la clase alta, a la alta sociedad y la adoro.
No soy un pequeñoburgués, como decía Pushkin con orgullo, yo digo sin miedo que soy un aristócrata, de nacimiento, por costumbre y posición. Soy un aristócrata porque recordar a mis antepasados, mis padres, mis abuelos, mis bisabuelos, no solamente no me avergüenza sino que me alegra extraordinariamente. Soy un aristócrata porque me educaron en la niñez en el amor y el respeto a la elegancia, no solo hacia lo expresado por Homero, Bach y Rafael sino también hacia todas las pequeñas cosas de la vida: el amor a las manos limpias, a la belleza de un vestido, a la elegancia de la mesa, o de un carruaje. Soy un aristócrata porque tuve la suerte de que ni yo, ni mi padre, ni mi abuelo conociéramos la pobreza y la lucha entre la necesidad y la conciencia, nunca necesitamos ni envidiar ni suplicar a nadie, no conocimos la necesidad de educarnos para conseguir dinero o una posición, en la alta sociedad y otras pruebas similares a las que se exponen los pobres. Me percato de que esto es una gran suerte y por ello doy gracias a Dios, pero aunque esta felicidad no pertenezca a todos no veo en ello causa para renegar de ella no aprovecharla.

Soy un aristócrata porque no puedo creer en la elevada inteligencia, el gusto refinado y la gran honestidad del que se hurga la nariz y habla con Dios.

Todo esto es muy tonto, puede que hasta criminal e impertinente, pero así es. Y en lo sucesivo aviso al lector del tipo de persona que soy y qué es lo que puede esperar de mí. Todavía está a tiempo de cerrar el libro y acusarme de idiota, retrógrado y de ser un Askóchenski, por quien, aprovechando esta oportunidad, me apresuro a expresar mi sincera, profunda y firme admiración".

Lamento sinceramente no saber quién es Askochenski.

Por lo demás, cuánto tiempo sin leer un texto en el que alguien exhibe su orgullo y no su herida.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Tu vuelta es un excelente regalo de reyes.
Buena recompensa por seguir confíando en ellos.
Fanny
Juan Carlos G. G. ha dicho que…
Pues sí. Y la verdad es que podría haber ido de víctima: "qué desgracia ser aristócrata", "ya lo fueron mi padre y abuelo", … Quizás la clave está en esa frase en la que Tolstoi habla de su condición: "Me percato de que esto es una gran suerte y por ello doy gracias a Dios, pero aunque esta felicidad no pertenezca a todos no veo en ello causa para renegar de ella no aprovecharla." Y la gran cuestión, desde hace mucho ya, es si sería tan elevada esa condición siendo masiva, general. Aunque tal como van los tiempos no parece que vayamos a tener ocasión de comprobar la hipótesis.
Sobre Askóchenski cualquiera sabe, ¿actor? ¿denominación genérica de algunos escritores eclesiásticos ortodoxos? ...
heptafon ha dicho que…
Lee a Sostres, ya te pasaré algún artículo suyo. Va totalmente en la misma dirección. Y sentido.